sábado, 8 de diciembre de 2007

Mundos Ficcionales


Mundos ficcionales en el texto:
una teoría semántica de la narración

Rosa Galdona Pérez
(Universidad de La Laguna)

Las palabras son las cosas
(o, mejor dicho, las experiencias que
ellos conocen) y las cosas son las palabras.
(Umberto Eco, Obra abierta)

¿Es el texto literario un mundo de ficciones?; ¿es el mundo un complejo textual a la espera de ser "ficcionalizado" mediante la escritura?; ¿es el texto una ficción, en realidad, o una re-elaboración del texto del mundo?

Estas y otras cuestiones similares, aparentemente tan complejas, no son más que el reflejo de una antigua inquietud humana, acerca de la concepción del arte y su relación con la naturaleza.

Un ejemplo sumamente elocuente al respecto lo tenemos en el filósofo italiano Giambattista Vico que, a caballo entre el barroquismo del s. XVII y las luces del s. XVIII, define su idea de mundo como "un vasto cuerpo inteligente, que nos habla con palabras reales" (Principios de una Ciencia Nueva).

Si convenimos en que el lenguaje es la capacidad humana que permite al hombre estructurar su pensamiento, es sencillo deducir que será esa capacidad verbal la que le permita designar la realidad que le circunda. En consecuencia, es necesario afirmar que, puesto que la palabra nombra al mundo, ese mundo existe en la medida en que es nombrado, haciendo que nombre y cosa, cosa y nombre sean las dos caras de una misma necesidad comunicativa.

La conexión mundo-texto se nos presenta, entonces, en términos de correspondencia mutua. Una relación de complicidad, en el sentido de que no media entre ellos más que un proceso de escritura o intencionalización, que hace del mundo una composición textual y del texto, un conglomerado de mundos "ficcionalizados".

En función de todo esto, y con el propósito de esclarecer y consolidar la importancia del mundo extra-textual, que alimenta la construcción ficcional del texto, parece sensato recuperar un componente del análisis lingüístico y literario que los estudios estructuralistas habían dejado de lado: el componente semántico o semántica extensional, en términos de la Lingüística Textual.

Para esta ciencia del texto, no sólo no debe ser marginado un estudio semántico de la narración, sino que es necesario tenerlo en cuenta para una comprensión y aprehensión más completa de la misma.

La teoría literaria en general, y la teoría de la narración, en particular, llevan demasiado tiempo dedicados a un tratamiento narratológico estructural estrictamente inmanentista. El objetivo de la Lingüística Textual es considerablemente más ambicioso, en el sentido de que pretende investigar, más que el texto literario, el hecho literario. Es decir, el texto literario como producto y componente central de todo un complejo grupo de elementos y relaciones que originan y conforman el fenómeno literario.

Así, el protagonismo absoluto que hasta ese momento desempeñaban los aspectos sintácticos en el estudio narratológico del texto comienzan a ceder terreno ante el empuje de otros menos atendidos: los pragmáticos y semánticos. Los aspectos, dicho de otro modo, semántico-extensionales, configurados en la organización semiótica del hecho literario como espacios teóricos en los que se desarrolla la teoría de la narración.

La semántica extensional toma ahora el relevo y se erige en el centro de interés de unos estudios que amplían sus miras, desde el texto literario al resto de circunstancias que lo condicionan como tal texto, y todo ello sin que el cambio de perspectiva implique el abandono del espacio sintáctico textual.

En efecto, aunque con la semántica extensional la atención del análisis se divide entre el interior y el exterior del texto narrativo, el papel de éste continúa siendo imprescindible en el análisis literario, puesto que la parte del ámbito extratextual que se estudia es tenida en cuenta siempre en función de la obra. En otras palabras, el referente interesa en su relación con el texto, cuya extensión es.

Ese referente -entendido como estructura de conjunto referencial constituida por los seres, estados, procesos y cosas externos al texto- se erige ahora en pieza teórica fundamental de la semántica extensional, que como parte de la semiótica, atiende a las relaciones entre signo y cosa, entre narración y contexto.

Para hacer posible el enlace entre el espacio extensional referencial y el espacio sintáctico intensional es imprescindible la operación de intensionalización, en virtud de la cual pasa la estructura de conjunto referencial a insertarse en el texto como construcción verbal.

Uno de los críticos que más ha reflexionado sobre estas cuestiones en nuestro país es Tomás Albaladejo, cuya aportación a los estudios de semántica literaria está considerada como una de las más significativas dentro de este campo de investigación.

Aborda este crítico en su obra Semántica de la narración: la ficción realista una de las cuestiones clave de la teoría literaria actual: la conexión entre el texto literario y el mundo representado en aquél. Dicho de otro modo, la construcción de la ficción en la narración, como creación de una nueva realidad formada por mundos literarios distintos de la realidad cotidiana.

En la medida, pues, en que este autor considera necesario el referente, como mundo representado en el texto, lleva a cabo un planteamiento semántico-extensional de la ficción que él mismo nos explica:

... baso mi explicación en las raíces referenciales y en la imprescindible proyección textual de éstas (...) El estudio semántico-extensional que hago tiene su base en una concepción del texto como construcción artística, en la que son plasmados componentes literarios no lingüísticos, como los mundos de la ficción creados por los autores, que son mundos que no existen con independencia de los textos narrativos y, en definitiva, de la narratividad ficcional (págs. 11-13).

Esos mundos literarios que no existen fuera del texto son lo que Albaladejo denomina mundos ficcionales, un producto de la actividad mental del escritor que cobra vida en el relato "inventando" una nueva realidad, verosímil o inverosímil, pero ficticia.

Para el tratamiento de la ficción, considera este autor plenamente adecuado tener en cuenta la teoría de los mundos posibles o semántica de los mundos posibles, creada y desarrollada originariamente en el campo de la filosofía. Según esta teoría, es compatible la existencia palpable de un mundo conocido -el nuestro- con otros mundos inexistentes, pero posibles y alternativos a éste.

La noción de mundo posible se asienta sobre una concepción del universo basada en la existencia de diversos mundos alternativos entre sí. Con sólidas y antiguas raíces filosóficas en pensadores como Leibniz, se trata, sin embargo, de una reflexión teórica absolutamente moderna, que plantea la concepción textual de mundos efectivamente actualizados con otros probable o hipotéticamente actualizables. Se podría decir, entonces, que se trata de una teoría que propone un acercamiento distinto y abierto al texto, en el que infinidad de mundos cobran o pueden cobrar existencia en la medida en que son concebibles por la mente humana.

Así, ha sido posible a la teoría literaria aproximarse a un texto narrativo ficcional para analizar en él todas las construciones referenciales posibles, esto es, factibles de realización, y las construcciones referenciales imposibles, es decir, las que sólo son posibles como mera creación imaginaria.

Según la teoría de los mundos, aquello que ontológicamente es imposible pasa a ser posible como construcción de mundo fundamentada en un texto literario. Cada obra literaria, afirma Cesare Segre, "pero en particular las de carácter fantástico, pone en pie un mundo posible, distinto del de la experiencia, que es necesario y suficiente que se someta a sus propias reglas de coherencia". Pero ya desde Aristóteles encontramos una apuesta decidida por el elemento ficcional en la escritura creativa o poesía:

Y lo maravilloso es agradable; una prueba de esto es que, en efecto, todos cuantos narran algo hacen algún añadido por su cuenta para agradar (...) Es preciso preferir lo imposible que es verosímil a lo posible que es increíble (Poética).

La teoría de los mundos posibles pretende ser una explicación de la realidad, entendida ésta de una forma amplia, pues de ella forman parte, tanto el mundo real efectivo, como los mundos alternativos a éste. Pero es, en todo caso, una explicación que se sustenta sobre los sujetos que los conforman -como protagonistas de sus distintas secciones y posibilidades- al margen de la expresión lingüística de la realidad puramente objetiva:

El texto narrativo es la plasmación y el soporte del mundo ficcional creado por la fantasía del autor y el elemento de proyección estético-comunicativa de dicho mundo. El mundo del texto ficcional es, por tanto, un mundo que, aunque mantenga conexión con el mundo real efectivo, es independiente de éste en tanto en cuanto está sostenido por el texto en el que es intensionalizado (...) La construcción ficcional, como construcción artística que es, tiene carácter poiético, por ser resultado de la actividad de creación del autor a partir de un modelo determinado de mundo (págs. 66-68).

Cuando Janos Petöfi, ya en pleno siglo XX, define un texto de lengua natural como "la manifestación de un complejo de mundos", mucho tiempo había pasado desde que el filósofo Vico aludiera al mundo como a "un cuerpo que nos habla con palabras reales". Sin embargo, son esos siglos que separan a ambas definiciones la prueba, quizá, más evidente de la vigencia del concepto.

En efecto, la vieja metáfora del mundo como texto permanece viva en el diálogo bi-direccional texto-mundo, que soporta y da sentido a gran parte de la actual teoría literaria de base semántica.

Para la Lingüística Textual, el mundo de un texto es aquella sección de la realidad global que es reproducida por una expresión lingüística con carácter de texto. Afirma Albaladejo que,

los mundos enraizados en el mundo real efectivo son mundos posibles, pero de aquellos son sólo mundos ficcionales los que sean representados por textos, que pueden ser no literarios, en el caso, por ejemplo, de la narración de un sueño por una persona a otra, o literarios, como cuando se trata de mundos artísticamente inventados (pág. 51).

Una forma de acercarse a la comprensión del mundo del texto es la división del mismo en submundos. Así, para Tomás Albaladejo, el mundo que es el referente del texto está dividido en tantos submundos de individuo como personas formen parte del mismo. A su vez, cada uno de éstos es susceptible de ser seccionado en otro tipo de submundos, de acuerdo con las diferentes actitudes de experiencia de los individuos, y siempre en conexión con la temporalidad.

Según este criterio, en cada submundo del texto o, lo que es lo mismo, en cada mundo individual, pueden localizarse varios submundos, establecidos por medio de las actitudes de experiencia en que se articula la totalidad de la estructuración referencial que afecta a cada personaje. Así, encontramos que cada mundo de individuo está compuesto por todas aquellas actitudes de experiencia que definen a esa persona en concreto, y que pueden ser de conocimiento, fingimiento, temor, deseo...

En consecuencia, cada mundo personal estará compuesto por el submundo real efectivo, el submundo deseado, fingido, temido, etc., que definen y dan existencia textual al personaje. De esa manera, el texto vendría a ser el punto de encuentro de todos los mundos de individuo que conviven en una determinada narración, el lugar donde chocan, se relacionan, se repelen o se complementan todo ese conglomerado de submundos de actitudes personales:

En la descripción de mundos del texto se encuentran las relaciones de accesibilidad de los mundos y submundos en aquella incluidos; dichas relaciones son resultado de la intensionalización de las existentes entre los mundos y submundos del referente textual. La organización de mundos de un texto no está formada por conjuntos semánticos cerrados unos a otros; el mundo de un texto ha de ser entendido como entidad abierta en lo que a trasvases, modificaciones, surgimientos, cancelaciones, etc., de mundos, submundos y elementos integrantes de éstos respecta (pág. 87).

En función de todo lo dicho, la incorporación de los mundos al texto narrativo puede ser vista, por un lado, como la intensionalización de submundos diversos, en los que cobran vida textual múltiples constantes esenciales en la organización vital del hombre y la mujer.

Por otro lado, ha de verse con claridad la importancia decisiva de esta textualización de mundos posibles dentro de la semántica extensional. Un protagonismo que viene dado, entre otras cosas, por la propuesta de colaboración entre lo sintáctico y lo semántico; relación que ha de ser aceptada como fundamental en la construcción del relato y cuyos antecedentes se remontan nada menos que a la antigua retórica clásica, con la compleja relación entre inventio y dispositio.

La propuesta de Albaladejo ha de ser entendida, en definitiva, como una teoría semántica de la narración, en la que referente extra-textual y creación literaria dialogan incesantemente, mediante los componentes de intensión y extensión semántica.

Desde un punto de vista lingüístico, nos interesa aquella sección de mundo que se intensionaliza en el texto y es ese mundo textualizado el objeto de estudio prioritario de la Lingüística Textual. El objetivo de una investigación semántico-extensional en la que ese mundo hecho texto se establece como estructura de conjunto referencial y cuya identificación formal es la representación semántica del mundo.

Si el narrador, hacedor de ficciones, es, como decía Aristóteles, el que cuenta no lo que pasa, sino "lo que podría suceder" (Poética), parece sensato afirmar que entre el texto y el mundo las relaciones posibles son y seguirán siendo infinitas.

Se establece entre ambos una dialéctica constante mediante la que el mundo queda escrito -como referente y como entramado imaginario- entre las líneas de la aventura literaria de un individuo, el creador, que se re-escribe a sí mismo una y otra vez, entre la ficción y la realidad, navegando entre mil y un mundos posibles.

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